Recuerdo el día cuando recibí a aquella viajera del tiempo.
No hubo chance de si quiera reaccionar, llegó con tanto desespero que hizo retumbar las paredes de mi habitación y cuando finalmente me ubicó en el espacio me preguntó cómo dejé que pasara.
Atónita ante el evento que estaba presenciando mi voz decidió abandonarme cuando más la necesitaba, aunque si mis latidos hablaran, hubiesen explicado perfectamente lo que mi mente quería decir.
Y a pesar de no corresponderle ella no paraba.
Muy agitada rebuscaba en mi armario, entre mi ropa, entre mis libros, algo que parecía requerir de vida o muerte.
Observaba su cara y parecía que su falta de conocimiento le enfurecía, le desconcertaba porque .. ¿Cómo es posible que una viajera del tiempo no sepa que ha ocurrido en el pasado si viene del futuro?
Tal caos se habría desatado que cada idea que concebía en su cabeza parecía no tener lógica alguna.
Al no encontrarse satisfecha, regresa a mi con los ojos inundados a punto de colapsar pero mi miedo a lo desconocido es más grande que mis ganas de apaciguar su dolor.
Sin embargo, cuando noté el anillo color índigo en su dedo mientras tocaba mis hombros, la reconocí.
El tacto hizo que sintiera una conexión tan indescriptible que, de repente, en cuestión de segundos, entendí todo.
Y es que, ¿Qué es lo que puede descolocar tanto a un ser humano al punto de desordenar planetas?
El amor.
Finalmente su boca me hizo saber que había desencadenado algo tan grande que desconocía su origen y no sabía cómo reparar el daño.
Sentí cómo mis manos de manera casi inmediata se unieron a las de ella buscando confort y respondí:
"Sólo lo besé".
Y allí comprendí que había llegado tarde, no pudimos evitar el desastre.
Pero al menos sé que a pesar de los años, nunca me quité ese precioso anillo.
